Hay una frase que escuchamos con demasiada frecuencia en la consulta ginecológica: “Doctor, llevo años con este dolor y me dicen que es normal”. Lo dicen con resignación, con la voz apagada, con los ojos que buscan una explicación. Y, sin embargo, sabemos que detrás de esas palabras puede esconderse una de las enfermedades más desafiantes de la salud femenina: la endometriosis.
A veces las pacientes nos llegan con bolsas de analgésicos que ya no hacen efecto. Otras veces nos hablan de relaciones sexuales que se han convertido en una fuente de dolor y no de intimidad. Algunas, con lágrimas contenidas, nos dicen que han intentado quedar embarazadas sin éxito. Nuestro papel como especialistas y el de nuestros ginecólogos, es escuchar y acompañarlas. Porque, contrariamente a lo que la sociedad les ha repetido, el dolor menstrual incapacitante no es normal.

¿Qué es la endometriosis?
Explicárselo a una paciente por primera vez es un ejercicio de empatía. “El útero está recubierto por un tejido llamado endometrio. Cada mes, este tejido crece, se prepara para un posible embarazo y, si no ocurre, se desprende: eso es la menstruación.
En la endometriosis, fragmentos de tejido similar al endometrio aparecen en lugares donde no deberían estar: los ovarios, las trompas de Falopio, el intestino, la vejiga, incluso los nervios pélvicos. Allí también sangran e intentan cumplir su ciclo, pero sin poder salir del cuerpo. Eso genera inflamación, cicatrices y, en muchos casos, adherencias entre órganos”.
Lo que para muchas mujeres se traduce en cólicos que “no pasan con nada”, para nosotros, los médicos, es la señal de una enfermedad inflamatoria crónica que puede alterar la fertilidad, la vida social, la productividad y la salud emocional.
Factores de riesgo: ¿quiénes son más vulnerables?
La ciencia aún no tiene todas las respuestas. Pero sí sabemos que hay condiciones que aumentan la probabilidad de desarrollarla:
- Historia familiar: tener madre o hermanas con endometriosis eleva el riesgo.
- Menstruación temprana: cuando el periodo llega antes de los 11 años.
- Ciclos cortos y sangrados abundantes, que implican más exposición hormonal. Alteraciones del sistema inmunológico, que dificultan que el cuerpo elimine ese tejido fuera de lugar.
- Anomalías uterinas congénitas, que modifican la salida normal del flujo menstrual.
Síntomas de endometriosis: las señales que no deben callarse
Los síntomas son variados y a menudo engañosos. Algunas pacientes tienen lesiones extensas y casi ningún malestar; otras, lesiones mínimas y dolor incapacitante. Lo más común en la consulta es escuchar:
- Dolor menstrual severo que no mejora con analgésicos comunes.
- Dolor durante o después de las relaciones sexuales.
- Dolor pélvico crónico, incluso fuera del periodo.
- Problemas digestivos o urinarios que empeoran con la menstruación.
- Infertilidad sin causa aparente.
Aquí, debemos insistir en algo: si el dolor interfiere con la vida diaria, no debe normalizarse. Esa es la primera señal de alarma.
Endometriosis y diagnóstico: más que exámenes, un proceso
En la consulta, el diagnóstico comienza siempre por la historia clínica. Escuchar el relato de la paciente con atención es tan valioso como cualquier estudio. Luego, el examen físico puede darnos pistas, aunque muchas veces las lesiones no se palpan. El siguiente paso son las imágenes:
- La ecografía transvaginal especializada nos ayuda a identificar quistes ováricos llamados endometriomas.
- La resonancia magnética ofrece una visión más amplia, sobre todo en casos de enfermedad profunda que compromete intestinos o vejiga.
- Pero la certeza definitiva la da la laparoscopia diagnóstica: una cirugía mínimamente invasiva en la que introducimos una cámara al abdomen para observar y, cuando es posible, extirpar las lesiones.
Muchas mujeres llegan a este punto después de años de peregrinar entre consultas.
Tratamiento: aliviar el dolor, devolver proyectos de vida
La endometriosis no tiene una cura definitiva. Pero sí existen múltiples estrategias para controlarla, mejorar la calidad de vida y preservar la fertilidad. Desde la práctica, las principales herramientas son:
Endometriosis y tratamientos hormonales: anticonceptivos combinados, dispositivos intrauterinos con progesterona, inyecciones que suprimen temporalmente el ciclo. Todos buscan “poner en reposo” el tejido endometrial fuera de lugar.
Analgesia personalizada: no solo recetar antiinflamatorios, sino diseñar un esquema que permita a la paciente recuperar funcionalidad.
Cirugía laparoscópica: cuando el dolor es severo, la infertilidad persiste o hay compromiso de órganos, la cirugía es clave para retirar implantes y liberar adherencias.
Pero la endometriosis no se trata sólo desde la ginecología. Aquí entra en juego la voz neutral de la medicina integral:
- Radiólogos especializados: logran diagnósticos más precisos que evitan cirugías innecesarias.
- Especialistas en fertilidad: ofrecen técnicas de reproducción asistida cuando la enfermedad compromete la capacidad de concebir.
- Gastroenterólogos y Urólogos: participan cuando el tejido invade intestinos o vías urinarias, trabajando en cirugías conjuntas con ginecólogos.
- Anestesiólogos y médicos del dolor: diseñan planes de analgesia avanzados, desde bloqueos nerviosos hasta neuromodulación.
- Nutricionistas: ayudan a controlar la inflamación con dietas específicas, reduciendo síntomas digestivos y pélvicos.
- Psicólogos: acompañan la carga emocional, el impacto en la autoestima y las relaciones.
- Fisioterapeutas de suelo pélvico: alivian tensiones musculares y mejoran la movilidad de la zona.
En una clínica integral, el rol del Ginecólogo es coordinar, pero la verdadera fortaleza surge de un equipo interdisciplinario que acompaña a la paciente de manera completa.
La importancia de la prevención y el autocuidado
Aunque no existe una forma segura de prevenir la endometriosis, sí hay prácticas que marcan la diferencia en el bienestar:
- Consultar tempranamente si el dolor menstrual es incapacitante.
- No automedicarse ni normalizar síntomas persistentes.
- Mantener hábitos saludables: alimentación rica en frutas, verduras, cereales integrales y ácidos grasos omega-3.
- Practicar ejercicio físico regular, que ayuda a reducir la inflamación y mejorar el estado de ánimo.
- Buscar apoyo psicológico cuando el dolor afecta la vida diaria.
- Realizar chequeos ginecológicos periódicos, incluso si los síntomas parecen manejables.
Vivir con endometriosis: entre la ciencia y la esperanza
A lo largo de los años, hemos visto cómo el diagnóstico cambia la vida de las pacientes. A veces duele escuchar que “nadie me creyó”, pero también reconforta ver la transformación que ocurre cuando el dolor encuentra un nombre y un camino de manejo.
La endometriosis nos recuerda que la medicina no puede ejercerse en compartimentos aislados. Necesitamos equipos que hablen entre sí, especialistas que sumen su conocimiento, clínicas que ofrezcan atención integral.
Lo más importante es validar a la paciente: creerle, escucharla y recordarle que su dolor no la define. Lo esencial es articular todas las disciplinas que permitan que esa mujer recupere proyectos, sueños y calidad de vida.
Un llamado a no resignarse
Si vives con dolor menstrual incapacitante, si sientes que tu cuerpo te detiene mes a mes, no estás sola ni debes resignarte. La endometriosis tiene nombre, tiene explicación y, lo más importante, tiene abordajes que pueden devolverte calidad de vida.
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